Retratos cursianacrónicos
Para resolver como crucigramas sencillos
Por el Joven Manos de Tijera



I
Soneto y cuarto de reflexión autocomplaciente. Un viernes por la tarde. En barbarie menor
Si el susurro de dios es tan distante
que hasta el hombro me llega un viento apenas
cómo puedo saber lo que hay delante
cómo hacer todas las cosas correctas
si delante te tengo en dos brazadas
y tu fuerza es diez veces duplicada
la de cristo y su muerte tibia y quieta
no hay más sombra ni fuego en mis maneras.
He abrigado en mi mente el imposible
de tu boca lejana y sin pecado
y esa imagen que quema mi costado
se hace carne y pecado y me hace libre
no por imaginar sino por verte
dejo esta huella en tinta dibujada
y hundirse mi mirada en el espejo
negro del agua que devuelve ausente
ya tu mirada ya tu sombra al cielo
con una venia desafiante y vaga
II
Soneto y medio (poco generoso) de dos despedidas, remordimientos, llantos, rencores y dolores sin forma. A veces las cosas son tan confusas. Sin fecha. En barbarie mayor.
En las oscuridades del cerebro
los relámpagos quiebran a mi vera
la verdad de que tengo el cuerpo seco
y que soy yo mismo el que se envenena
toda la arborescencia se ilumina
y entre tantos adioses y distancias
los que quedan, se enredan en mi vista
y los otros, se arraigan en mis almas
baja a verme el ardor un cuervo espeso
y le gruño en el ceño como a quienes
queriéndolos querer, los mal invento.
Tendría que llover por tantos meses
como les causo heridas a los ciegos
como les doy de mi rencor a ustedes
Mentirás para que no te haga fuerza
la distancia, y haré como que trago
y te irás en las sábanas de niebla
y un esbozo en el hueco de mis brazos
se abrirá como se hunde una tapera.
III
La tapera (sin el combate). Temprano. En ritmo bárbaro
Surge una tapera en el hueco de mis brazos
y en donde su puerta, sólo un hueco nos llama:
una brisa helada que cuenta nuestro lapso,
y en donde su techo, hay una noche estrellada,
Antes de que azote en sus paredes de barro
el olvido de los días más desabridos
tengo que dar de ella tierra para mis pastos
tengo que aprehenderla con sus vidrios partidos
brazos que tuvieron, dentro, su voz de casa
y estrecharon tanto su cuerpo hoy ya perdido
labios que reunieron todas estas palabras
vuelven hasta su polvo, a volver a ser nada
grabando en mi pupila delebles sonidos
que al salir el alba serán ecos de escarcha
IV
Tiradas incoloras o Los días iguales. Para después de lo anterior. Atemporal. Templado por las tierras de España (domesticado)
El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
(Antonio Machado)
Renglones de los meses colmados de permutas,
destiñen la sonrisa, dejan oliendo a setas
la llama de los ojos, puestos en las enjutas
quietudes amarillas que las noches dispensan.
Fríos, estancos, hierro de filo imperceptible
que al pálpito encapsulan como el invierno al árbol,
mastican el afecto de encuentros familiares
soltando un humo esquivo sobre el recuerdo llano.
Son los testigos mudos del néctar de la tierra
que por las hendiduras del largo desvarío
gotea con sonidos, con un rumor de alerta,
repleto de una cruda, disuelta voz de hastío.
Ni impiden ni previenen al cuerpo que transita
de la calle al aprisco con un barril de haberes,
de ir lento hacia su abismo sin una sola brisa
que remedie sus duras, itinerantes fiebres.
Cuando la noche acerque al hueso traspasado
su fosa interminable donde repose y duerma,
no quedará una fecha distinta en el pasado,
ni habrá una sola letra que no haya estado muerta
