Los fantasmas de Pessoa
Por Nacho Gomes
Doido de doer, sigue pensando Pessoa en mi burbuja de cristal, con altivez y sin miedo al gerundio. Explota el caos silencioso, la nula consideración por el mundo exterior, el desinterés por conocer qué dirán los muertos que caminan, el asco por la ciencia, una necesidad imperiosa de escapar hasta el refugio del estatismo. Es la madrugada de una noche cerrada, más cerrada que el algoritmo de los podridos matemáticos. Están el desamor, un desamparado cigarrillo apagado, el noctambulismo consolando a la ansiedad. Se calla el mercachifle de la tele, el perro de al lado no ladra, los gurises no lloran y el espejo me encara, insolente y frontal, como el guapo tanguero desangrado en el arrabal; implacable, machote y brutal; herido, perdido y sufriente (padeciente, no sufriente, me grita Pessoa desde el más acá). Reniego hasta de Julio Sosa, de la pérdida, del sentido común, del más común de los sentidos. Solo quiero recordar. Recordar al poeta parido en la tierra de mis abuelos. Pessoa no decía estoy solo, Pessoa no decía me siento solo. Pessoa… Caeiro…De Campos...Reis…dicen: Soy Solo.
