top of page

Literatura, pinta de doble IPA y otros asuntos estériles

Por Bruno Guerra Darriulat

     

 

A veces me da por pensar que la literatura murió de éxito. No porque haya dejado de haber escritores —Dios me libre, nunca hubo tantos, ni tan poco interesantes— sino porque la literatura ahora se sirve en copas frías, con etiquetas diseñadas por algún pasante de diseño gráfico que hizo un curso de branding emocional. Ya no se escribe desde la entraña, ni siquiera desde el ego inflamado del genio infame. Se escribe desde la ansiedad de ser leído, desde la necesidad neurótica de formar parte. Y claro, ¿quién puede culparlos? El que no aparece, no existe. Y el que no se estetiza, no se vende.

     La literatura se ha vuelto un derivado de sí misma. Como esos bares que antes eran agujeros con olor a vómito y melancolía de clase baja, y ahora son "espacios de encuentro" donde una pinta de IPA cuesta lo mismo que una hora de laburo en un call center. Lo mismo pasa con los libros: se editan como se curan feeds de Instagram. Tienen solapas con frases de otros escritores cool (porque el blur es el nuevo talento), tapas ilustradas con florcitas o con colores Pantone pensados para combinar con la mesa de luz, y un tono amablemente existencial que no molesta a nadie. Literatura de autoayuda encubierta. Literatura de brunch.

     Escriben para la feria del libro como si fuera Lollapalooza. Van a firmar ejemplares y se sacan selfies como si fueran influencers de una espiritualidad low cost, que se construye a fuerza de storys y playlists. Dicen que son sensibles y comprometidos, pero están más pendientes del algoritmo que del texto. La figura del escritor ahora es la de un productor de contenido. Una especie de community manager de sí mismo, que entre reels de “writing routines” y fotos de cuadernos Moleskine usados para nada, escupe frases sin carne, sin riesgo, sin conflicto real.

     Y no se trata de romantizar tiempos pasados. Es que incluso en lo decadente, en lo roto, había algo vivo. La literatura no era bonita ni instagrammeable, pero al menos tenía dientes. Mordía. Hoy no muerde, solo reluce una dentadura aparentemente cara, recién blanqueada. Es literatura con olor a jabón neutro. A cuerpo desodorizado. A experiencia higiénica. A bar temático sin borrachos y sin una discusión irrisoria que no llega a nada, pero que tenía, al menos, algo parecido a la sustancia.

 

   Y ojo, que nadie piense que propongo volver a las épocas en las que había que ser un alcohólico violento para escribir con “autenticidad”. No. Esa narrativa también está podrida. De hecho los invito a ver mi entrada anterior dónde trato, humildemente, de salpicar barro o mierda contra los falsos herederos de la literatura maldita. 

 

     Lo que quiero decir es que parece que estamos frente a una domesticación total del lenguaje. Una castración estética de la palabra. Todo está esterilizado. Hasta las necesidades más básicas han sido envueltas en papel craft, etiquetadas con nombres pseudo nórdicos, y vendidas con código QR mediante alguna red social. El deseo se volvió gourmet.

 

     Así, la literatura se convirtió en un eco amable del sistema. Un producto más para sentir que uno "consume cultura" mientras en realidad lo que hace es evitar cualquier incomodidad real. No hay disidencia si no hay riesgo. No hay literatura si no hay conflicto. Y estos escritores de delivery emocional, con sus libros que no ensucian, son parte de la gran operación cosmética del presente.

El problema no es que escriban mal. El problema es que escriben sin que importe. Que sus libros podrían no existir y no cambiaría nada. Que no le joden la vida a nadie. Y si un libro no molesta a nadie, ¿qué sentido tiene?

 

     Digo esto y no lo creo, mientras invito a mis seguidores en instagram a leer el resumido de mi mala literatura, pujando para conseguir un seguidor más y abrirme paso en tierra muerta.

Créditos portada: Bruno Guerra Darriulat

Teléfono

(+598)98-888-452

Revista "Barro", Uruguay

E-mail

Conectemos

  • LinkedIn
  • Instagram

2025. Todos los derechos reservados

bottom of page