El café Tupí Nambá.
Francisco San Román, cafetero, comerciante y visionario
Por Germán García
Introducción
En este trabajo, nuestro punto de partida es la vida del cafetero y comerciante Francisco San Román en sus aspectos más estrechamente ligados a los dos célebres cafés que fundó, el Polo Bamba y el Tupí Nambá. Dado que, como suele ocurrir, vida y obra se entremezclan y confunden —y en este sentido, es especialmente demostrativa la escultura con que Juan Manuel Ferrari lo homenajea en 1896—, nos detenemos en los episodios más significativos de estos dos centros de congregación, anotando fechas y sucesos de relevancia tanto para su consolidación material como simbólica. Señalamos también las derivaciones de los negocios, en el punto en que comenzaron a entrelazarse con las vidas de hermanos, hijos, sobrinos y sobrinos de sobrinos, tendiendo una red familiar de nombres cuyo olvido evidencia, en buena medida, el devenir de los vínculos económicos y culturales tras el fenómeno —moderno— de la despersonalización.
En todo el trayecto, intentamos ofrecer un minúsculo aporte a la dimensión material del campo cultural del Montevideo del Novecientos, en consonancia con la necesidad, visualizada hace treinta y cinco años por Robert Darnton y recordada por Pablo Rocca hace quince, de “reconstruir el contexto social de la lectura” (Darnton, 1991, ctdo. en Rocca, 2009: 19). Reconocemos todos los esfuerzos realizados en este sentido, y entre ellos, todas las indagaciones que permitieron dilucidar el valor de los cafés, en el cruce de los siglos XIX y XX, como instituciones sociales decisivas “para la constitución del campo literario” (Rocca, 2009: 18). Dichas indagaciones son el antecedente directo que nos ha permitido justificar nuestra propia contribución.
Breve reseña biográfica de Francisco San Román
Nacimiento y llegada al país
Según una entrevista de 1926 que concedió Francisco San Román a José F. Arriaga, repórter del diario gallego El Faro de Vigo, el fundador del Tupí Nambá nació en la parroquia de Camos, perteneciente al Municipio de Nigrán, que integra la comarca de Valle Miñor [1]. Gracias al trabajo de Carlos Zubillaga, Los gallegos en el Uruguay. Apuntes para la historia de la inmigración gallega hasta fines del siglo XIX, sabemos el lugar específico en que esto ocurrió: la iglesia parroquial de Santa Eulalia (Zubillaga, 1966: 153).
La primera referencia que hemos encontrado a la fecha de nacimiento de Francisco San Román aparece en el trabajo recién citado de Zubillaga, quien apunta que su existencia sucedió el 1° de marzo de 1861. Anota, además, que llegó a Montevideo con apenas once años, el 2 de mayo de 1872, y que viajó, luego —no nos dice cuándo, ni durante cuánto tiempo—, a Santa Catarina, Brasil, donde se desempeñó "en una fazenda y casa exportadora de café" (Zubillaga, 1966: 153), antes de volver definitivamente a Uruguay. Numerosos artículos periodísticos del medio local anteriores al trabajo de Zubillaga confirman al unísono el año en que arribó al país —aunque no especifican día y mes—, así como los que estuvo empleado en negocios del ramo: desde 1872, trece años en total [2]. No hemos hallado en la prensa mención alguna sobre su periplo por Brasil, que sí es confirmado por Aníbal Barrios Pintos (1973: XX) a partir de Zubillaga (1963: 153). La experiencia en el rubro adquirida en Brasil, además de dotarlo de una inigualable capacidad para la preparación del brebaje, probablemente haya incidido en su conocimiento de la legendaria civilización de los Tupí Nambá del municipio de San Vicente, Brasil. Tal civilización fue objeto de la crónica del cautiverio sufrido, en manos de ellos, por el colono alemán Hans Staden, Verdadera historia y descripción de un país de salvajes desnudos —conocida por San Román[3]—, una de las primeras en divulgar las supuestas prácticas antropofágicas de las civilizaciones americanas.
La primera apuesta: el Polo Bamba
Luego de trece años de ahorros bajo el régimen de empleado, Francisco San Román consiguió montar el café Polo Bamba, que inauguró el 25 de julio de 1885. Todavía en el presente subsiste la duda acerca de la participación de Severino San Román, hermano de Francisco, en parte del capital inicial para la fundación del café. En este sentido, los anuncios publicitarios que aparecen a solo un año de su apertura, constatan que Severino fue, casi desde el principio, copropietario del negocio[4]. Sin embargo, la prensa inmediatamente posterior a la creación del Tupí Nambá registra la autoría exclusiva de Francisco[5]. El propio cafetero así lo enfatiza en la entrevista de Arriaga:
"(…) al poco tiempo de mi estancia, entré de mozo de café (…) hasta que con el sudor de mi frente pude reunir alguna plata y con ella me establecí por mi cuenta y riesgo. Puse un café con el nombre "Polo Bamba”. En 1888, traspasé este negocio a mi hermano, el cual tuvo que clausurarlo en el año 1913" (Arriaga, J., 14 de noviembre de 1926).
Pese a lo anterior, la participación de Severino en el café desde su fundación es innegable. En el umbral de la duda permanece la discordia entre los hermanos, cada uno de los cuales seguiría su propio rumbo, apartado del otro, hacia mediados de mayo de 1889.
Luego del año 1888, en que se produjo el traspaso del negocio, Severino San Román pasó a ser el único dueño del Polo Bamba, que, hacia fines de 1903, fue trasladado desde su inicial ubicación, en Colonia N.º 2, 4, 6 y 8, esquina Ciudadela N.º 112 y 114[6], a la esquina noroeste de Ciudadela y Plaza Independencia, de donde, al menos una vez al día, tendría Severino ocasión de divisar, en una diagonal de doscientos metros, a su hermano regentando el Tupí. Tenemos constancia de que, en diciembre de 1903, el nuevo local ya había sido alquilado por Severino, quien había dispuesto la realización de las remodelaciones necesarias previas a su inauguración [7]. El traslado se debió a que, por el año 1903, el Banco de la República Oriental del Uruguay (BROU) adquirió una parcela de casi media manzana sobre la calle Colonia, entre Florida y Ciudadela, que comprendía por completo la parte del Polo Bamba. Allí, proyectó la construcción de la Caja Nacional de Ahorros y Descuentos[8].
Fue en esta localización, y bajo la dirección exclusiva del hermano de Francisco San Román, que el Polo Bamba se constituyó, al decir de Alberto Zum Felde, en el primer “café literario” de Montevideo, en donde pululó, hasta hacerse evidente, este nuevo sujeto social que, dado su lugar de encuentro, el crítico tildó de “intelectual de café” (Zum Felde, A., 1930: 59). Según la crónica de Alberto Lasplaces, a partir del año bisagra de 1904, el café pasó a ser escogido como el “refugio preferido de los intelectuales y de los anarquistas de la ciudad” de principios del siglo XX (Lasplaces, 1941: 1), lo que hace suponer que, junto a las causas socio-culturales que fueron el fermento de la aparición de la bohemia, esta concurrencia se vio atraída, casi inmediatamente, por la novedad de la reapertura[9]. El propio Lasplaces, treinta años antes de la referida crónica, fijó en setiembre de 1911 la fecha de declive de las reuniones en aquel rincón de la plaza Independencia, en su lapidario artículo, “La muerte del Polo Bamba”. Cuenta el habitué que el suceso que determinó la caída simbólica de las peñas literarias fue la incorporación de una mesa de billar en el local —colocada en el sitio destinado hasta ese entonces a los “pálidos nenúfares poéticos” (Lasplaces, 1941: 2)— y la invasión “de un club de jugadores de fútbol” (Lasplaces, 1941: 2) que quedó cautivado por el nuevo entretenimiento. Según su testimonio, tal acontecimiento significó, a un tiempo, el desplazamiento de la bohemia y su consecuente desaparición ante la falta de otro establecimiento de reunión con las características del primero, lo que posiciona al café de Severino como punto insustituible y vital para la existencia y perpetuación de la bohemia[10].
Los hechos indican que el pronóstico del declive realizado por Lasplaces no fue tan desacertado, pues el 6 de octubre de 1913 cerró definitivamente sus puertas, que caerían demolidas no mucho después [11].
El primer Tupí Nambá
Un año después del traspaso del Polo Bamba, Francisco San Román fundó el Tupí Nambá, ubicado donde anteriormente había funcionado el café Peninsular (Barrios Pintos: XXIII), en Juncal N.º 211 y 213, haciendo esquina con Buenos Aires. Su inauguración, anticipada en el diario El Popular del 30 de abril de 1889 [12], se celebró la noche del 8 de mayo de 1889 con fuegos artificiales que llegaron a los oídos de críticos y espectadores del Teatro Solís —que presenciaban el quinto y último acto de la obra Les Fourchambault—, tal como lo rememora la nota de Delta, en El Siglo del día siguiente [13].
En el mes de junio de 1899, en ocasión de la conmemoración de los diez años del café, se celebró un banquete en el lujoso Hotel de las Pyramides, donde ocurrieron tres acontecimientos de gran importancia [14]. Por un lado, se otorgó a Francisco San Román el simpático título de “Rey de los cafeteros”, con un diploma que así lo certificaba bajo la firma de los más importantes concurrentes [15]; asimismo, y de manera previa a la coronación, se presentó un “cuadro alegórico” (Zubillaga, C., 1966: 154), de la autoría de Juan Sanuy —pseudónimo del dibujante español Octavio Juan Bellver— en homenaje al cafetero que, según presumimos, no es otro que el blasón que pasaría a identificar al Tupí de allí en más [16]; por último, se comunicó la participación de Casiano Estévez, sobrino de Francisco San Román [17] —quien trabajó junto a él desde su fundación— como nuevo socio del Tupí Nambá. A partir de este momento, el negocio dio el salto intergeneracional que le daría continuidad incluso después del fallecimiento de su fundador.
Como obsequio anticipado de la fortuna en ocasión de la conmemoración del vigésimo aniversario del negocio, hacia principios de 1908 los dueños del Tupí Nambá, Francisco San Román y Casiano Estévez, junto con un empleado del Banco Español del Uruguay y amigo de los primeros dos —de nombre Arturo Iglesias y contador de profesión (Varese, 2023: 89)—, fueron acreedores del premio mayor de la lotería uruguaya. El diario local de El Siglo del 1° de enero de aquel año notificaba que la suma era de ciento cincuenta mil pesos y que había sido obtenida con el número 7194 [18]. Tal cantidad equivalía, según constató la periodista española en la prensa de Vigo, a setecientas cincuenta mil pesetas. A modo de graficar el valor del premio, cabe observar que, en el medio local, el costo de construcción del edificio Monte de Piedad Nacional —donde funcionó la Caja Nacional de Ahorros y Descuentos del BROU, que absorbió por completo la ubicación del primer Polo Bamba— se estimó —según los valores del año 1905— en cuarenta mil pesos uruguayos, es decir, menos de lo que correspondía a cada una de las partes ganadoras [19]. La cesión de la parte del negocio que correspondía a Casiano Estévez, que tras su renuncia la delegó a sus propios sobrinos —ocho en total—, puede tener que ver con este hito nada menor de sus vidas. También la renovación del Tupí Nambá, que se dio a conocer el 12 de abril de 1912 y deslumbró a la opinión de la prensa, pudo deberse a este acontecimiento.
La sensibilidad de los intelectuales, que comenzaba a virar hacia entornos distintos a los de su juventud, al principio fue probablemente atraída por el brillo de los centenares de luces eléctricas del local de café de San Román. Según los registros de Manuel de Castro —el más prolífero cronista de las peñas literarias y cafés del novecientos (Rocca, P., 2005: 8)—, ya hacia 1914 empezaban a frecuentarlo algunas de las figuras más representativas de las peñas literarias que allí tuvieron lugar, cuya eclosión se produjo desde 1918 y durante toda la segunda década del siglo XX, cuando “en las mesas vecinas se prepararon las revistas literarias (…) Teseo, La Pluma, La cruz del Sur” (Rocca, P., 1992: 30)[20].
“Nunca segundas partes fueron buenas”: el Tupí Nuevo
El establecimiento de Juncal y Buenos Aires mantuvo la concurrencia de escritores, artistas plásticos, actores y periodistas aun después de la instalación del segundo local del Tupí Nambá —a cuya inauguración asistió el propio presidente de la República, José Serrato [21]—, ubicado en la calle 18 de Julio 976, entre Río Branco y Julio Herrera y Obes. Duramente criticado desde la opinión de los literatos por su excesiva suntuosidad y mal gusto [22], el local, de dimensiones colosales, apostó fuertemente a la concurrencia de un público familiar y aburguesado, tal como lo evidencia la instalación de un enorme número de mesas de billar y la apertura de una sala de bolos. Con todo, se ganó el elogio de la prensa y recibió un testimonio de complacencia por parte del Consejo de Administración de Montevideo “por haber incorporado a los valores edilicios de la ciudad una obra de positivo mérito cultural” [23]. Este nuevo proyecto sobre la calle 18 de julio, que según declaraciones de San Román tuvo un costo de construcción que ascendió los “cien mil pesos oro” (Arriaga, J., 14 de noviembre de 1926), tuvo una vida de casi 25 años. El día 14 de marzo de 1951 se vio obligado a cerrar sus puertas definitivamente [24]. Juan Antonio Varese (2023: 116) anota entre las causas fundamentales del declive, el excesivo aumento del costo de renta de los locales desde los comienzos de la década del 50, aspecto por el cual cerraron, sistemáticamente, numerosísimos negocios de las dimensiones del Tupí Nuevo. Para ese entonces, hacía mucho tiempo que su fundador había dejado de existir.
Fallecimiento de Francisco San Román
La muerte de Francisco San Román ocurrió el día 22 de febrero de 1932. Numerosos periódicos de la prensa nacional anunciaron la noticia al día siguiente, dando cita al sepelio del cafetero, que tuvo lugar a las 16:30 horas del 23 de febrero y contó con inmensa cantidad de personas, entre las que destacó la presencia de Juan Campisteguy —entonces presidente de la República— y Luis Alberto de Herrera [25]. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio de Buceo [26].
En la Asamblea del Consejo de Administración de Montevideo del 24 de febrero de 1932, Arturo A. Artecona, uno de los concejales, presentó la moción de solicitar a la Asamblea Representativa la autorización de designar una calle de la capital con el nombre de Francisco San Román. El vicepresidente de la asamblea, Cesar Batlle Pacheco, objetó que, pese a reconocer la gran estima en que se lo tenía, así como sus aportes al progreso de la ciudad —aspecto que, en su momento, llevó al propio Batlle Pacheco a promover el mencionado reconocimiento del Municipio al local del Tupí de 18 de Julio, en setiembre de 1926—, "abundan ya en nuestra Ciudad los factores de progreso y de mejoramiento dentro de las distintas esferas del trabajo, de modo que, con idénticos méritos, se reclamarían estas demostraciones de continuo a la autoridad municipal, creándole una situación molesta e inconveniente y generalizando homenajes que perderían así su significación especial" [27]. Con todo, el planteo de Artecona fue derivado para su discusión en la Comisión de Asuntos Internos, integrada por entonces por el propio Cesar Batlle Pacheco, Artecona y Francisco Ghigliani. No obstante, y en base a las averiguaciones que realizamos, la propuesta del concejal no llegó a buen puerto, de modo que no hubo calle donde alojar su memoria.
Idea y realidad. El traslado del Tupí Viejo entre la tradición y el olvido
Hacia fines del año 1958 la empresa constructora de Álvaro Palenga [28] compró la manzana donde estaba ubicado el café Tupí Nambá para construir allí dos edificios —que todavía hoy llevan el nombre de Ciudadela y Tupí, respectivamente—, por lo cual los dueños del negocio se vieron en la obligación de mudarlo a otro sitio. La noticia del traslado trascendió al cuerpo social y prontamente un núcleo de habitués organizó un movimiento, que recibió el significativo nombre de "Movimiento pro Tradición del Café Tupí Nambá", cuyo objetivo fue conseguir la reubicación del establecimiento en el ala izquierda del teatro Solís donde, desde 1879 estaba instalado el Museo Nacional de Historia Natural. El día 26 de diciembre de 1958 la Comisión Directiva de la Asociación Internacional de Prensa de Montevideo presentó públicamente la adhesión al movimiento, ofreciendo, además de las firmas de los comisionados —Enrique Crosa, Presidente, Ángel Falco, Presidente Honorario, Lepanto Fernand, Director Técnico, Rogelio Greco Abal, Director Ejecutivo [29]—, la de una larga lista de periodistas, escritores, políticos, actores y otros tantos profesionales [30].
La agitación de la prensa llevó la inquietud a oídos del Consejo Departamental de Montevideo, donde se discutió en asamblea la viabilidad del pedido de traslado. El 20 de enero de 1959, a través de la Resolución Nº 57.384, el Consejo Departamental concedió el espacio que había sido solicitado. Paralelamente, aprovechó a desarchivar, por muy poco tiempo, la vieja problemática de la reasignación de un local para el Museo de Historia Natural. De este modo, la resolución fue favorable al planteo ciudadano, y se aceptó la cesión al café de una parte del espacio ocupado por el Museo Nacional de Historia Natural —no todo—, que abarcaba el subsuelo, la planta baja y parte de la planta alta del ala izquierda del Solís. La concesión se haría efectiva, eso sí, recién después del traslado del Museo —al que por entonces la Comisión Técnica Asesora había asignado un terreno municipal en el Noroeste del Jardín Botánico, en el Prado— y con la fijación de un arrendamiento por parte de la Comisión de Locaciones, Concesiones y Permisos [31].
Más allá de la resolución del Municipio y de las urgencias del Museo, el local idóneo para su reubicación fue hallado sólo treinta años más tarde, en 1999, un plazo que el establecimiento del café naturalmente no podía aguardar. Por este motivo, ante la incertidumbre y las presiones de la constructora, el local se mudó, finalmente, a la calle Colonia N.º 921, entre Río Branco y Julio Herrera y Obes, donde el día 29 de abril de 1959 se conmemoró su inauguración. Allí transitó sus años postreros, sin nunca volver a alcanzar la significación que había adquirido hasta casi la primera mitad del siglo XX para esos “devotos a las artes y las letras”. Así, desapareció por el año 1968 (Rocca, 2009: 24) [32].
Francisco San Román y la creación de la Confederación de propietarios de cafés, hoteles, restaurantes, fiambrerías, etc.
La revista Defensa Mutua (1925-1958) y la Confederación
Defensa Mutua fue una revista de carácter mensual, dirigida inicialmente por S. Roca Bellini, cuyo objetivo fundamental fue la defensa de los intereses de los gremios patronales vinculados a los rubros del café, los hoteles, los restaurantes, las confiterías, las fiambrerías y similares. Su primera aparición fue en octubre de 1926, momento en que estos y otros gremios patronales del Uruguay comenzaban a organizarse para reaccionar en contra de las repercusiones, en materia legal e impositiva, de las iniciativas sociales del “«segundo impulso» del reformismo batllista” (Porrini, R., Schol, A.,1986: 6). La propia revista funcionó como un mecanismo de producción de opinión, difusión y organización que atrajo la atención de los gremios de los ramos mencionados.
La circulación de la revista, por un lado, y la formación de estos gremios patronales que comenzaron a ejercer presión a las autoridades estatales, por otro, confluyeron en la creación, hacia mediados de 1928, de una unidad de organización más sofisticada que llevó el nombre de Confederación de propietarios de cafés, hoteles, restaurantes, fiambrerías, etc. [33] y cuyo principal miembro fundador fue Francisco San Román [34]. En el ámbito de estas empresas del servicio, la Confederación articuló la acción de las gremiales y se hizo portavoz de sus intereses frente a las autoridades. Además, tendió redes internacionales de intercambio, llegando a vincularse con el gremio patronal «Asociación mutua de hoteles, restaurants, etc.», de Buenos Aires.
Una fecha importante en la consolidación de este organismo estuvo dada por la obtención de Personería Jurídica, que lo proveyó del carácter institucional oficial necesario para dar peso a las solicitudes ante los entes públicos. Esto ocurrió el día 13 de febrero de 1929, siendo el Ministerio de Instrucción Pública el responsable de la concesión. En obediencia al Artículo N.º 11 de los estatutos de la Confederación, la revista Defensa Mutua fue designada como su órgano oficial de difusión [35]. Ya a partir del mes de febrero de 1929 puede leerse en la portada de la revista la estructura organizativa de la Confederación, así como las personas responsables. El nombre de Francisco San Román aparece a partir de este número como miembro integrante del Consejo Directivo de la Confederación [36]. Cabe observar que entre los miembros del Consejo Directivo también aparecen los nombres de Genaro Tramontano, dueño del Café Británico, que en ese entonces oficiaba como segundo vicepresidente, Ramón Pose, dueño del Café Tortoni, Gabriel Corvino, del Café Montevideo y Martín P. Bazterrica, de la Confitería y Café La Esmeralda. Tales figuras entre las autoridades responsables permiten ilustrar la dimensión de esta coalición de patronales, así como sus alianzas comerciales, que primaron sobre las competencias de mercado.
La integración de este conjunto de gremios generó tal entusiasmo que el día 13 de mayo de 1929 lograron reunir un masivo público en el Centro Eúsakaro Español, donde se realizó un banquete de celebración por un doble motivo: la obtención de reconocimiento del Ministerio de Instrucción Pública y, fiel a su estatuto N.° 2, la conmemoración del día nacional de los gremios allí nucleados. El banquete fue iniciado con un breve discurso del propio Francisco San Román, que además convidó a todos los comensales con su producto cafetero. Una larga lista de concurrentes, propietarios y copropietarios de negocios del ramo, aparece en el número de mayo de Defensa Mutua, entre los que destacan dos de los hijos de Francisco San Román. Destacan también, y dicen mucho, las ausencias: los hermanos Estévez no asistieron entonces y tampoco formaron parte de la Confederación a pesar del vínculo comercial, y familiar, con San Román e Hijos.
La adhesión de la Confederación al Comité de Vigilancia Económica
A dos meses de la consolidación institucional de la Confederación, surgió, en abril de 1929, el Comité de Vigilancia Económica, en el marco de las reformas del segundo impulso batllista y en la antesala de la crisis económica mundial de 1929, que la dotará de una mayor solidez. Se trató de una coalición de gremios patronales de alcance nacional que ejerció una enorme presión ante las autoridades estatales y que actuó de manera concertada con las corrientes políticas opositoras del gobierno, tanto del propio partido colorado (cuyas figuras más representativas eran las de Pedro Manini Ríos, riverista, y Gabriel Terra, del ala conservadora del batllismo) como dentro del partido nacional (cuyo máximo representante era Luis Alberto de Herrera). Al decir de Porrini y Schol, esta acción conjunta de políticos y empresarios, "culminó en el Golpe de Estado dado por Gabriel Terra en 1933, con apoyo directo del doctor Herrera" (1986: 3).
Tres meses después de la creación del Comité de Vigilancia Económica, cuando todavía las peñas literarias del Tupí resguardaban al grupo de La Cruz del Sur y La Pluma, el Consejo Directivo de la Confederación envió por escrito un saludo a sus dirigentes y expresó su interés de adhesión ofreciendo concretos motivos para reclamar a las autoridades: la construcción de una carretera de Montevideo a Colonia, así como de una conexión ferroviaria, para incentivar el turismo argentino; el cierre de las fronteras para el asilo de inmigrantes pobres y no calificados, dada su tendencia a la apertura de negocios clandestinos que, según el parecer de esta coalición, deterioraban la prosperidad de sus propios comercios; la disminución de los tributos; y, fundamentalmente, la exclusión de los gremios asociados a la Confederación del radio de aplicación de la Ley de Jubilaciones de Sociedades Anónimas, que los obligaba a realizar aportes específicos para la Caja de Jubilaciones de Servicios Públicos, en beneficio de la jubilación de sus empleados. El Comité de Vigilancia Económica ofreció una respuesta pronta, que la revista logró incluir en el número de julio, donde decía asumir las inquietudes de la Confederación y la invitaba a participar del Congreso Nacional de Comerciantes e Industriales [37], organizado para los días 21 y 23 de setiembre de 1929 [38]. Francisco San Román, junto a Victoriano Vibanco, Martín P. Bazterrica, José P. Scaltritti y Héctor Defféminis, fueron designados para representar a la Confederación en dicho Congreso [39]. La realización del Congreso organizado por el Comité de Vigilancia Económica confluyó en la aprobación de sus estatutos, gracias a los cuales la Confederación tuvo un delegado en su reciente Consejo Directivo Permanente, Martín P. Bazterrica, por entonces, secretario general de la Confederación, que oficialmente pasó a ser miembro del Comité a partir de noviembre de 1929. Se discutieron, además, las bases del programa de acción a partir de los planteos de las gremiales allí concentradas, que fueron redactados formalmente por Joaquín Secco Illa [40].
Como dijimos más arriba, el Comité de Vigilancia Económica actuó de forma coordinada con los sectores políticos de oposición al gobierno. Porrini y Schol señalan, incluso, el "entrelazamiento entre los dirigentes de estos grupos de presión con las facciones conservadoras de los partidos políticos tradicionales y de la Unión Cívica" (1986: 7), trayendo a colación los ejemplos del ya referido Pedro Manini Ríos, Arturo Secco Illa, Aniceto Patrón y Juan José de Arteaga, todos integrantes del Consejo Directivo de la Federación Rural. Los historiadores señalan, también, la incidencia de estas dos fuerzas en el advenimiento del Golpe de Estado del 31 de marzo de 1933, tras el cual muchos miembros de las gremiales patronales y del Comité de Vigilancia Económica pasaron a ocupar cargos públicos [41]. En acción particular, la Confederación misma ofreció su saludo al Golpe de Estado en un artículo titulado “La nueva era” y publicado en el número 88 de Defensa Mutua (Año VII, marzo de 1933), y aplaudió los recortes de los gastos del Estado en cargos jerárquicos a través de las primeras acciones vertebrales del régimen: la sustitución del Consejo Nacional de Administración por una Junta de Gobierno; la creación de una Asamblea Deliberante, que sustituyó al Parlamento; la creación de Intendencias y Juntas municipales honorarias, que sustituyeron a los Consejos departamentales y a las Asambleas representativas. Pese a que, para ese entonces, Francisco San Román había fallecido hacía ya un año y un mes, su hijo, Juan José San Román, copropietario del Tupí Nambá por la firma Francisco San Román e Hijos, ocupaba el cargo de secretario general del Consejo Directivo de la Confederación [42].
Entregado el poder al dictador, el Comité de Vigilancia Económica se disolvió en setiembre de 1931. Sabemos de algunas respuestas del terrismo a los reclamos de las gremiales. Tenemos constancia, por ejemplo, de la rebaja de impuestos a las patronales y el cierre de las fronteras a la inmigración. Nos queda pendiente, sin embargo, la indagación en profundidad de otros aspectos que en su momento figuraron entre los de más urgente atención por parte de esta Confederación. Nos queda pendiente también investigar sobre el devenir de la misma tras el fallecimiento de su figura fundadora y tras el advenimiento del Golpe.
Las sucesiones del Tupí Nambá. Socios y sociedades
Para rastrear las razones sociales que integraron el Tupí Nambá, así como sus socios propietarios, recurrimos a un conjunto de documentos que, generosamente, Carmen Muniz Estévez, Celis Muniz Estévez y Francisco Estévez Carrizo nos proporcionaron en varios encuentros y conversaciones que mantuvimos. Carmen, Celis y Francisco, a quienes agradecemos profundamente por su disposición, son nietos de Francisco Estévez Pérez, uno de los propietarios del café Tupí Nambá bajo la firma Estévez y Hermanos. Existen algunos lapsos temporales que no conseguimos cubrir, como el período comprendido entre 1911 y 1917, o el más largo, de 1927 a 1951. Aun así, exponemos lo que sí hemos podido constatar con certeza y nos arriesgamos, además, a emitir nuestras propias suposiciones.
Desde su fundación hasta su cierre, el café Tupí Nambá estuvo bajo la administración de cuatro grupos de propietarios. Francisco San Román, fundador del café, fue su único propietario hasta 1899, cuando hizo parte a Casiano Estévez San Román, su sobrino, que trabajó desde el inicio del emprendimiento junto a Francisco. La firma Francisco San Román y Compañía agrupó a Francisco San Román, Casiano Estévez y, posiblemente a los tres hijos del fundador, Francisco, Juan José y Luis María [43]. Hacia 1911, Casiano Estévez San Román se retiró del negocio y cedió su propiedad. Es probable que su sucesor directo haya sido su hermano, Manuel Estévez San Román [44], quien más adelante, vinculó a sus propios hijos: Francisco, Juan, Esperanza, Zoraida, Casiano, Manuel, José, Gumersinda, los ocho, de apellido Estévez Pérez [45]. Creemos que, a partir de la cesión de Casiano Estévez, dos grupos familiares tuvieron propiedad en el negocio, bajo las firmas Francisco San Román e Hijos y Estévez y Hermanos [46]. Finalmente, en el momento de cierre del Tupi de 18 de Julio, en marzo de 1951, la firma Estévez Hermanos se mantuvo como la única propietaria del Tupí Viejo hasta su cierre definitivo en 1968 [47].



Carta de invitación a la inauguración del Café Tupí Nambá, tras su traslado desde la calle Juncal y Buenos Aires a la calle Colonia 921. La misma tuvo lugar el 29 de abril de 1959.

Blasón escogido por Francisco San Román su casa de café. El escudo representa la figura de un guerrero Tupí portando, en su cabeza, una corona, en su espalda, un carcaj y en sus manos, un arco. Enmarcando el escudo, los helénicos ramos de laurel fueron sustituidos por los de la planta de café.
Presumimos que el autor del escudo fue Juan Sanuy —pseudónimo del dibujante español Octavio Juan Bellver—, en ocasión del homenaje a los 10 años de vida del Tupí Nambá.
El folleto familiar Tupí Nambá. Centro de atracción espiritual, muestra el escudo en su tapa. De allí fue extraído.
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Fotografía del Tupí Nambá de Juncal y Buenos Aires, perteneciente a Carmen Muniz Estévez. Detrás de la barra, atienden Francisco San Román (a la izquierda) y Casiano Estévez San Román (a la derecha). Tres mozos de pie sonríen desde sus puestos (dos, detrás de los contertulios que están sentados; otro, a la derecha de Casiano). Tres habitués beben café sobre una única mesa. El más próximo a la cámara, fuma acodado en el respaldo de su silla. El de más lejos, de cierto parecido a Leopoldo Lugones, sonríe y fuma en similar posición. El tercero de la ronda no se distingue. Una escultura en homenaje a los mensajeros se eleva, sobre un pedestal, recibiendo a los parroquianos en la entrada del establecimiento. En el extremo opuesto, dos estanterías repletas de botellas cubren el ángulo de las dos paredes hasta perderse en lo alto. La fotografía debe haber sido obtenida entre los años 1889 y 1911, previo al retiro de Casiano del negocio y a la remodelación del establecimiento, ocurrida en 1912. Resguardando a los socios, un enorme reloj muestra por siempre la hora dieciséis y quince, en números romanos. El ambiente semivacío, con unos pocos contertulios, servilletas desparramadas y cenicero casi intacto, indican que el momento recordado fue muy previo o inmediato a la apertura, cuando todavía había mucho que ordenar.

Fotografía del café Tupí Nambá datada del año 1964, cuando, desde su ubicación frente al teatro Solís, fue trasladado a Colonia 921. La apariencia del negocio es mucho más cercana a la del café-bar, que comienza a sustituir al café tradicional de la primera mitad del siglo XX. Detrás de la barra, Juan Estévez Pérez, Luis Estévez Valverde y Manuel Estévez Pérez. Desconocemos el nombre de la cuarta persona en proximidad a la cámara, aunque sabemos que se trataba de uno de los mozos del café. Del lado de fuera de la barra, y acodado en ella, Francisco Estévez Pérez. Juan, Manuel y Francisco Estévez Pérez fueron tres de los ocho hermanos copropietarios del Tupí. Luis, que también atendió el negocio, era hijo de Francisco, y padre, a su vez, de Francisco Estévez Carrizo, con quien nos entrevistamos.
En lo alto de la pared, que una bandera uruguaya corta perpendicularmente, se ve la célebre fotografía de Francisco San Román en un cuidado marco, la misma que había descripto José Mora Guarnido, a poquísimo tiempo del traslado del local, con estas palabras: "Hay colgada en el Tupínambá una gran ampliación fotográfica de don Francisco en plena madurez, con rostro de empresario de ópera, blanca melenita rizada, cuello alto y corbatita de nudo, las manos en los bolsillos del pantalón y una amplia curva abdominal de personaje importante" (Rocca, P., 1992, p. 104).

El cafetero, escultura realizada por Juan Manuel Ferrari en 1896. Se trata de un homenaje en vida a la figura de Francisco San Román. En su mano derecha sostiene una jarra que, según nos comentó Francisco Estévez Carrizo, es idéntica a un ejemplar del negocio que él conserva.
La escultura, de 35 x 17 x 30 cm, se aloja en la sala 2 del Museo Nacional de Artes Visuales. Actualmente está en exposición.
Nos enteramos de su existencia gracias a una fotografía recuperada en Barrios Pintos, A., 1973.
Notas al pie
[1] La entrevista fue realizada por Arriaga en Montevideo, en setiembre de 1926, en ocasión de la apertura del Tupí Nambá de 18 de Julio N.º 976. Aparece publicada en un artículo titulado “Desde el Uruguay. Una interviú con el Sr. Francisco San Román” en El Faro de Vigo del día 14 de noviembre de 1926. El Faro de Vigo nos facilitó el acceso a estos números en su versión digital.
[2] Consúltese, por ejemplo, el artículo “Mañana cumple años el café «Tupí Nambá». Lo que el progreso de Montevideo debe a San Román”, en El Plata del 7 de mayo de 1927, incluido en Autores Varios (1927, pp. 33-38).
[3] Así lo demuestra en una intervención incluida en un artículo titulado “Tupí Nambá”, de El Popular del 30 de abril de 1889, que puede consultarse en Autores Varios, 1927, pp. 7-9.
[4] Desde el 6 mayo de 1886, y a lo largo aquel mes, salió en La Tribuna Popular el siguiente aviso: "Sin marca registrada — Los señores Francisco San Román y Hno. previenen al público (…) Que son los únicos dueños de la casa denominada «Polo Bamba» (...)". Adviértase que en la razón social la parte de Severino queda bajo el título “Hermano”.
[5] Consúltese, por ejemplo, el citado artículo “Tupí Nambá” de El Popular del 8 del 30 de abril de 1889.
[6] El local se alojaba en la manzana norte, la comprendida por las calles Colonia, Ciudadela, Florida y Mercedes. Para su numeración específica, nos remitimos a un anuncio de la sección publicitaria de El Popular del 15 de mayo de 1899.
[7] Gracias a la gentileza de Cecilia García, funcionaria del Archivo Histórico de Montevideo, obtuvimos el Proyecto de refacción del nuevo local del Polo Bamba, que fue autorizado, justamente, en diciembre de 1903. Es probable, por lo tanto, que desde inicios de 1904 el café ya funcionara con regularidad. Cecilia García nos proporcionó, además, el recorte de un anuncio publicitario del periódico La Prensa del 20 de junio de 1903 en el que se anticipaba la apertura del nuevo salón, lo que demuestra que las tratativas para la reubicación del negocio llevaron, por lo menos, medio año.
[8] Mediante Cecilia García pudimos consultar el Proyecto de construcción de dicho edificio, cuyo permiso fue otorgado el 7 de junio de 1905. Los directores del proyecto, Monteverde y Fabini, adjudicaron al inmueble el nombre de Monte de Piedad Nacional.
[9] Para indagar en la lista de habitués de la bohemia intelectual del Polo Bamba, puede consultarse: Zum Felde, A. (1930, pp. 59-64), Lasplaces, A. (1941, p. 2), Mario Ferreiro, A. (1945), Barrios Pintos, A. (1973, p. XXII), Rocca, P. (1992: pp. 25-28).
[10] No es menor el hecho de que, en ese entonces, Lasplaces ocupara el cargo de secretario de redacción de La Semana, semanario que destinaba un espacio considerable para el consumo del público futbolero. Desde esta perspectiva, la reacción de Lasplaces ante la llegada de ese otro público al ámbito propio adquiere nuevos matices que ameritan un análisis que nos excede. Tampoco es menor el hecho de que Lasplaces, años después, integrara la peña del grupo Teseo —liderada por Eduardo Dieste—, que emplazaba en el Tupí de Juncal y Buenos Aires, donde las crónicas constatan la convivencia de una diversidad de población, entre la que cuentan grupos de deportistas. La discusión que deja abierta el artículo aparecido en el número 108 de La Semana es de gran interés.
[11] Hoy en día, el predio del segundo local del Polo Bamba es ocupado por la Embajada de Canadá.
[12] El artículo de El Popular, titulado “Tupí Nambá”, anuncia su apertura para el 1° de mayo, errata que aparece corregida en Autores Varios, 1927, pp. 7-9. Es en este mismo artículo donde Francisco San Román explica el nombre del nuevo negocio referenciando a la tribu brasileña y al libro de Hans Staden. Por su parte, el autor del artículo referencia un artículo anterior, aparecido en La Tribuna Popular del 13 de mayo de 1886, donde el periodista, que firmaba con el pseudónimo X, explicaba la presunta etimología del nombre Polo Bamba vinculándolo con otra tribu, originaria de Perú, cuya existencia Anibal Barrios Pintos se encarga de desmentir concluyendo que se trataría de “una humorada del periodista o de don Francisco San Román” (1973, pp. XX).
[13] El Siglo, 9 de mayo de 1889. Año X, Núm. 2560.
[14] Nos remitimos a la transcripción realizada por Carlos Zubillaga (1966) de un artículo de la prensa local—no especifica el periódico— extraído, a su vez, de la Revista del Centro Gallego (Número extraordinario. Año VII, N.º 103 del 30 de julio de 1925).
[15] En el artículo transcripto por Zubillaga (1966, pp. 154-155) aparece una lista bastante extensa de concurrentes.
[16] Se trata, según sabemos, del segundo homenaje a Francisco San Román realizado por artistas habitués del Tupí Nambá. El primero, es la ya mencionada escultura de Juan Manuel Ferrari, de 1896, que se encuentra alojada en el Museo Nacional de Artes Visuales. Ambos homenajes, anteriores al cierre del siglo XIX, son indicadores de que, hacia la última década del XIX, se estaba gestando una importante concurrencia de artistas plásticos en la esquina Juncal y Buenos Aires.
[17] Tenemos constancia de que Casiano Estévez, español de nacimiento, era hijo de Pastora San Román, radicada en la parroquia de Camos, la hermana de quien Francisco San Román comenta que “venera con todo su corazón” (Arriaga, J., 14 de noviembre de 1926), declaración que da suficiente motivo para el acogimiento de su sobrino en Uruguay y la participación en la propiedad del negocio.
[18] El Siglo del 1° de enero de 1908, año XLV, N.° 12996. La noticia fue sacada a luz en el artículo de María Villar, “El rey de los cafeteros. El nigranés Francisco San Román fundó en 1889 el Café Tupí Nambá, referente de la intelectualidad de la época”, y publicada en El Faro de Vigo el 28 de agosto de 2013, tras hallarla en un ejemplar del 1° de enero de 1908. El dato lo retoma Varese, quien lo consigna en Cafés montevideanos con historias basándose en la versión de la prensa española, de donde obtuvimos la referencia exacta de la fecha.
[19] Según hemos constatado en los planos del Proyecto de construcción, el inmueble contaba con dos plantas y un subsuelo. Además, se extendía a lo largo de toda la calle Colonia entre los tramos de Ciudadela y Florida. Asimismo, abarcaba más de veintiún metros de las aceras de estas dos últimas calles.
[20] Para indagar en la concurrencia que integraba las peñas del Tupí Nambá, recomendamos especialmente la consulta de las crónicas de Manuel de Castro reunidas en La vida Bohemia. Cronicones montevideanos.
[21] Las referencias sobre la presencia de Serrato, en Defensa Mutua, Montevideo, setiembre de 1926, año I, N.° 10, p. 12. Todavía no hemos podido confirmar la fecha exacta de la inauguración, que sabemos tuvo ocasión entre el 25 y el 26 de setiembre de 1926.
[22] José Mora Guarnido, por ejemplo, observa que “nunca segundas partes fueron buenas, y la segunda parte ideada por don Francisco fue algo más que mala, fue presuntuosa, cursi, de mal gusto, de abominable y ridícula intención monumental" (Rocca P.,1992, p. 119).
[23] Transcribimos la inscripción del diploma otorgado el 24 de setiembre de aquel año por el Consejo de Administración de Montevideo. El mismo aparece en Autores Varios, 1927. La sugerencia del reconocimiento había procedido de César Batlle Pacheco, en ese entonces, integrante de este órgano departamental.
[24] El predio del Tupí Nuevo es ocupado actualmente por la Galería Central. Juan Antonio Varese (2023, pp. 119-122) detalla la historia de los negocios que sucedieron al Tupí Nuevo.
[25] En el número 76, correspondiente al mes de marzo de 1932, dedicado exclusivamente al homenaje de la memoria de Francisco San Román, la revista Defensa Mutua ofreció una lista de los presentes que, el día del sepelio, colocaron su firma en los álbumes de la casa mortuoria. Dicha lista ocupa quince columnas de la revista, distribuidas a lo largo de ocho páginas. La revista también recoge una gran cantidad de artículos de prensa nacional e internacional que despiden al fallecido.
[26] María Villar ha localizado en el cementerio de Camos, en Nigrán, un panteón familiar que hace suponer que sus restos fueron trasladados —desconocemos cuándo— a su lugar de nacimiento, donde descansan junto a las cenizas de Casiano Estévez San Román. En El Faro de Vigo del 28 de agosto de 2013, la periodista transcribe el epitafio del mausoleo.
[27] Extraído del Boletín Municipal de Montevideo del día lunes 7 de marzo de 1932, N.º 388, folio 4840, 4841. El boletín, así como las actas de las Asambleas, pueden consultarse en el Archivo Histórico de Montevideo. Es de notar que, si en ningún momento se consideró como argumento a su favor la incidencia del café en tanto que factor determinante en la conformación del campo literario —algo que lo hubiera colocado en la misma órbita que los escritores canonizados—, esto responde a que esta perspectiva no había sido pensada todavía.
[28] El nombre del propietario de la constructora lo obtuvimos de Varese, 2023, p.86.
[29] Los dos primeros, de asidua actividad durante el período de funcionamiento del Centro Internacional de Estudios Sociales.
[30] El periódico El País del día 4 de enero de 1959, publica una lista bastante exhaustiva, pero no completa, de firmantes, entre los que destacamos los que siguen: Carlos Manini Ríos, Manuel de Castro, Ángel Curotto, José Mora Guarnido, Carlos María Princivalle, Pablo Minelli y Carlos Martínez Moreno.
[31] El acta de resolución puede consultarse en el Registro Oficial del Consejo Departamental de Montevideo, Tomo XVIII, p. 34. La misma se encuentra en la Biblioteca "José Artigas" de la Junta Departamental de Montevideo).
[32] Hasta el momento, no hemos logrado constatar la fecha exacta del cierre.
[33] De aquí en más, Confederación.
[34] No contamos con la fecha exacta de formación de la Confederación. Sin embargo, en el número 46 de la revista Defensa Mutua, datado de setiembre de 1929, se emitió una afirmación que permite presumir que, hacia mediados de 1928, la misma ya tenía existencia: “En poco más de un año [desde la creación hasta la obtención de la personería jurídica], la Confederación, formuló sus estatutos y obtuvo la personería jurídica” (setiembre de 1929, año IV, N.° 46, p. 22). Justamente, la obtención de personería jurídica, en febrero de 1929, proporcionó a la Confederación un rigor institucional oficial.
[35] Los estatutos, así como la resolución del Ministerio de Instrucción Pública pueden consultarse en Defensa Mutua (febrero de 1929, año IV, N.º 39, Montevideo).
[36] Desde el 15 de mayo de 1930 será designado, hasta su muerte, como presidente de la Confederación mediante asamblea ordinaria. Francisco San Román, que ya había rechazado en la primera instancia de designación de miembros del consejo directivo el cargo de presidente de la Confederación, tuvo que asumirlo en esta ocasión (Abril 1930, N.° 53, Año IV).
[37] Posteriormente denominado Congreso Nacional de Vigilancia Económica.
[38] La carta de invitación fue firmada por Santiago B. Bordaberry, vicepresidente del Comité, y por el secretario del Comité, Segundo F. Santos. Tanto la solicitud de adhesión al Comité de Vigilancia Económica, como la respuesta de este último organismo, en Defensa Mutua, julio de 1929, año IV, N.° 44.
[39] Con todo, en el número de setiembre de 1929 (año IV, N.º 46) donde la revista da cuenta de lo acontecido, el único nombre ausente de entre los delegados es el de San Román. Su ausencia no aparece justificada en el informe emitido por la Confederación. Sin embargo, es probable que haya desistido de las sesiones por motivos de salud. En este sentido, el mismo número de setiembre comenta el retiro de Francisco San Román del cuerpo de concejales de la Confederación “viéndose obligado por la edad y por sus males físicos a permanecer en actitud contemplativa” (setiembre de 1929, año IV, N.° 46, p. 21), aspecto que nos permite inferir que su muerte, en febrero de 1932, fue producida por una “enfermedad que lo aquejaba” desde algunos años atrás, como indica el diario El Imparcial del 23 de febrero de 1932 (el artículo de este periódico, en Defensa Mutua, marzo de 1932, año IV, N.º 76).
[40] En el número 50 de Defensa Mutua (enero de 1930, año V), dichas bases aparecen transcriptas de manera íntegra.
[41] Transcribimos algunos nombres ofrecidos en el trabajo de Porrini y Schol (1986, p. 10): "Pedro Manini Ríos, miembro de la Federación Rural, se desempeñaría como ministro de Hacienda (…) Américo J. Beisso, presidente de la Federación Rural, ocupó el cargo de Director del Frigorífico Nacional; Aniceto Patrón, dirigente del Comité de Vigilancia Económica, pasó a ser Ministro de Obras Públicas (…)".
[42] También los dueños del Británico, el Tortoni, el Sportman y el Boston figuraban entre los miembros del Consejo Directivo.
[43] Carmen Muniz Estévez nos compartió una hoja comercial cuya utilidad queda comprendida en la primera década del siglo XX. La misma, ofrece la firma Francisco San Román y Cía. Se trata de una hoja para carta con un gran membrete en donde se da cuenta de una "Medalla de Oro” obtenida en una exposición Internacional de Higiene, en Montevideo, en el año 1907. Encabeza la carta una impresión en letra cursiva con el nombre de la ciudad, Montevideo, y se destina un espacio para el rellenado del día y el último numeral del año —los primeros tres numerales del aparecen impresos claramente: 190—.
[44] Francisco Estévez Carrizo nos compartió la partida de nacimiento de Francisco Estévez Pérez, gracias a la cual pudimos constatar que este último era hijo de Manuel Estévez San Román y sobrino de Casiano Estévez San Román.
[45] Carmen Muniz Estévez nos proporcionó, además, un fragmento de un documento emitido por escribano en que se certificaba que los ocho hermanos mencionados eran copropietarios del Tupí Nambá por ser herederos del expediente sucesorio de Casiano Estévez San Román, cuya ubicación actual se desconoce —inicialmente radicado en el Juzgado Letrado de Primera Instancia, Civil 6° Turno, el expediente debería haber sido trasladado al Archivo Judicial dependiente del Archivo General de la Nación, en la calle San Martín 2633, pese a lo cual no estaba allí. Esta referencia nos hubiera proporcionado el o los nombres de los sucesores directos de Casiano Estévez San Román—. Por otra parte, sabemos que Francisco Estévez Pérez nació el 29 de noviembre de 1912, lo que vuelve poco viable la posibilidad de que el negocio se haya traspasado de sobrino a sobrino —aunque no debemos descartar que el traspaso se haya dado con hermanos mayores a Francisco Estévez Pérez, dato con el que no contamos—. De ahí que sostengamos que el traspaso haya sido, primero, entre hermanos (de Casiano a Manuel Estévez San Román), y luego, de padre a hijos (de Manuel Estévez San Román a sus ocho hijos).
[46] Pudimos constatar que, hacia 1922, la razón Estévez y Hermanos ya existía: en el Libro N.º 9, folio 259, archivo N.º 2836 del año 1922 —radicado en el Juzgado Letrado de Primera Instancia, Civil 6° turno, y alojado en el Archivo Judicial del Archivo General de la Nación— se registra un movimiento judicial realizado bajo esta firma —no conseguimos especificar el carácter del movimiento porque el expediente no se hallaba en el edificio referido—. Este hecho nos anima a arriesgar la posibilidad de que esta firma haya surgido con la cesión Casiano Estévez, aunque aún no hemos podido constatarlo. Por su parte, hacia 1926 otro documento que nos facilitó Carmen Muniz Estévez aparece con la firma San Román e Hijos. Se trata de un certificado que expone las premiaciones obtenidas en tres exposiciones —Chicago, 1892; Génova, 1892; Montevideo, 1908— y que trae a colación el reconocimiento del Consejo de Administración de Montevideo en 1926.
[47] Este hecho lo comprueba el membrete de una carta con el nombre comercial "Café Tupí Nambá" que aparece bajo la firma Estévez y Hermanos, donde se lee la aclaración "sucesores de San Román e Hijos".
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